Llueve en tus ojos
nieva en tu pecho.
Qué ventisca y qué impaciencia,
qué desasosiego inconsciente.
Ese chico que baja por la calle
tú no lo conoces,
pero tus manos florecen al verlo
como si lo recordasen
o como si imaginasen recordarlo;
viene de tiempo más antiguos.
Ecos de truenos del futuro,
qué miedo tener que inventarse lo que está por llegar.
Para ti misma,
para los demás.
Qué ventisca y qué impaciencia,
qué desasosiego inconsciente.
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