martes, 10 de noviembre de 2015

Cuando vienes para quedarte, vida mía.

Confieso que he vivido
pero que nunca me di cuenta hasta ahora.

Confieso que conocía mis alas
pero que jamás me atreví a usarlas para volar.

Tenía el alma aletargada, alma que espera.

Confieso que me daba miedo la soledad
y me daba miedo que los charcos de la ciudad
me devolvieran un reflejo triste.
O marchito.
O cansado.

Confieso que amé mucho y lloré quedo
y me daban miedo los finales.
Y el olvido.
Y desaparecer.

Confieso que una mañana, de repente, me desperté y era enero en mi calendario.
Juro que hacía sol.
O igual era mi alma, que se desperezaba radiante después de tanto tiempo.

Confieso que he vivido,
que estoy viva,
que estoy viviendo.

Y no me arrepiento de nada.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Después de ti

Estaba lloviendo ese día, ¿recuerdas?
Y nuestros ojos reflejaban la lluvia
como espejos de la triste avenida
pero en el fondo no llorábamos;
estábamos yermos. Almas de páramo.

Quisiera haberte leído los labios
a la manera de los ciegos
para escuchar lo que decías al callar
cuando estabas como ausente.
Pero ya no podía tocarte.
Jamás te había sentido tan lejos y a la vez tan cerca,
como a diez mil kilómetros pero a mi lado;
con un esfuerzo alcancé tu mano y se rompió la soga
y te convertiste en mi pasado
y comenzó la vida que comenzaba después de conocerte,
la que sin saberlo me había estado esperando.

Después de ti aprendí a leer el idioma de los árboles.
Después de ti los minutos empezaron a pasar muy rápido.
Después de ti me miré y me di cuenta de que nunca me había mirado antes.

Me quedé anclada a esos ojos,
como no me había pasado hasta entonces ni me volvió a pasar después.
No podía moverme ni hablar.
Solo podía seguir mirándolos.

Todo lo oscuro
se volvió claro.
Aquí sigo pensando.