miércoles, 14 de julio de 2021

Se ha cerrado una puerta al final del pasillo

 ¿Seré yo

esa sombra oscura que me observa

desde el fondo de los grillos?

¿Serán sus miedos mis anhelos

y por eso me teme y me anda escondiendo los deseos?

Hace años que tengo

una palabra atragantada en los labios,

verso sagrado:

No recuerdo la Luna.

Es hermoso pedir ayuda

en mitad de un campo vacío de naranjos.

Meter los pies en la alberca

dejar

que se derrame el agua.

Espejo que aparece entre las zarzas 

para recordarme el espacio en el que existo.

¿Reconocerá la caña su reflejo

cuando se mira en la charca?

No tengo patrias

 No tengo patrias:

echo raíces en el agua.

Las fronteras donde habito son etéreas,

se contraen

y se dilatan.

Pero echo raíces: echo raíces en el agua.

Florezco en el útero de la no pertenencia;

en los ires y venires.

Se reescriben continuamente las tierras en las que germino.

A veces, en la boca del estómago, vértigo, (miedo al) vacío,

pero caminar en los acantilados me hace libre.

Mi patria es el reflejo de los cerezos en el agua;

es la raíz salvaje que se aleja del bosque para mirarse en el lago.

A veces desearía echar raíz en esa patria que no tengo

(arraigar en el cemento)

pero sé que en tierra firme no florezco.

Navego con calma

entre las islas de la permanencia

(no pasa nada)

voy en este barquito

habitado por cuerpas apátridas

(me dejo llevar).

A lo lejos veo costa: está suave la arena.

Me tumbo un ratito a descansar.