viernes, 26 de diciembre de 2014

Los monstruos no se esconden en los armarios porque están llenos de universos

Te levantas sonámbula en la oscuridad del nuevo día y caminas directa hacia la galaxia que acaba de aparecer en tu armario.
Una parte muy pequeña de tu ser se despierta de repente, remota y lejana. Sabes que si entras te engullirá ese color negro, que se te irá comiendo poco a poco, deslizándose entre tus dedos y tus piernas y cubriéndote entera; sabes que ese alquitrán infinito te depara un sueño sin sueños, un adiós a tus sentidos y a tu mente.
Das otro paso y te entregas por completo, porque tienes la firme certeza de que quieres ser Nada. En el fondo eres consciente de que la Nada, solo por el hecho de Ser, ya es Algo, y aún así en tu paroxismo caes en tan profundo sinsentido. 
Recordarás este momento muchos años después, cuando tres disparos en la espalda a la salida del restaurante Frida Kahlo hagan florecer tres rosas rojas en tu pecho; en ese momento se te teñirá el pelo de rayos de luna y tendrás la certeza, un segundo antes de morir, de que estás a punto de ser nada, en minúsculas, recuerdos a lo sumo.
Sin embargo sigues caminando, abres los labios en un beso a la noche prohibida y la boca se te llena de alquitrán oscuro, alquitrán que te sabe a lavanda y te llena las fosas nasales de olor a campo. Tras un parpadeo desapareces en la brea.

En el hospital el electrocardiógrafo al que estás conectada se para; al parecer has muerto durante unos instantes.

1 comentario:

  1. ¡Es tan breve, pero a la vez tan intenso! ... Oscuro, pero bonito a la vez... Un saludo, Sara! ;)

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