viernes, 24 de febrero de 2017

Adela (I)

Adela tiene mis ojos, Adela tiene mis manos. Cuando Adela habla su voz suena exactamente como la mía. Adela usa mis pies para adentrarse en los espacios. Si la llamo viene siempre, Adela; y entonces yo tengo que irme.

Adela, cuando llega, se queda dormida en mi cuerpo, recorre mis galerías de silencios, hace suyos mis recuerdos. Creo que Adela tiene en realidad los ojos color luna, pero ha aprendido a conformarse con los que yo puedo prestarle. Sus manos son probablemente más delicadas y a la vez más tristes que las mías, pero entre las dos logramos hacer que funcione, poco a poco; así, cuando Adela toca a Pepe, en realidad lo toca con mis dedos. Ya no sabemos bien dónde está la línea que nos separa. Yo recorro el torso de Pepe con la arista de mi uña, pero no soy yo; no soy yo quien yace de espaldas en el corral, con el pelo y las caderas llenas de paja. Adela, por las noches, no duerme, es que no pega ojo. El calor andaluz se le enrosca por el cuerpo, junto con las sábanas y los ladridos de los perros. Se pasa las noches en vela, rezando porque pase algo; reza porque se muera su madre, porque la odia. Yo también la odio. Cuando el repiqueteo del bastón suena pasillo abajo Adela siente miedo, pero es mi cuerpo el que tiembla y se estremece. También tiene miedo de los perros, de que vengan a comérsele los adentros, mis adentros; y tiene miedo del lento paso del tiempo, no quiere marchitarse y morir sin ir alguna vez, con mis piernas, a la playa.

Adela tiene un vestido verde que no podrá ponerse nunca, porque siete años son muchos años de luto. Adela se culpa porque no siente más pena que la que siente de sí misma; y no sé si sigue siendo ella, pero cuando se va a mí me queda ese mismo regusto en el paladar. No siento más pena que la que siento por mí misma, y por ella. La echo de menos cuando se va, cuando mis ojos vuelven a ser mis ojos, y de nadie más; y mis manos vuelven a ser mis manos y de nadie más. Me quedo tan sola, en las oscuras galerías de mis recuerdos. ¿O son ya sus recuerdos?

Adela no se suicidó, a Adelita me la mataron. Me la mató García Lorca.

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