Ella
salía con prisas, como todos los viernes, cuando se entretenía
tomando un café en el bar de la facultad después de su última
clase.
Él
tenía la cabeza en las nubes desde que faltó su abuelo y pensaba
que era miércoles, sino no hubiera estado en aquel lugar en aquel
momento.
Ella
se había enredado ojeando unos papeles mientras se tomaba su
expreso, con mucha espuma, porque era así como le gustaba, y los
llevaba todos mezclados mientras corría hacia la estación, en busca
de un metro que ya se iba.
Él
cargaba una Gibson acústica a su espalda mientras volvía de un
ensayo que no tenía, pues tocaba en un grupo desde hacía bastante,
y pensaba en como habían cambiado las cosas en tan poco tiempo
mientras se miraba la punta de los zapatos.
Ella
cruzaba rápidamente por viveros.
Él
seguía mirándose la punta de los zapatos al andar.
Ella
se dio cuenta demasiado tarde de que iba a arrollarlo.
Él
no se fijó en ella hasta que se chocaron.
Ella
levantó la vista y vio a un chico castaño, más bien alto, con el
pelo despuntado, ojos verdosos, una leve barba y una camiseta granate
que se adivinaba debajo de su camisa de cuadros; tendría veinte
años.
Él
levantó la vista y vio a una chica pequeña, con el pelo casi rubio
recogido en un moño improvisado, grandes ojos castaños y un vestido
corto de golondrinas; tendría dieciocho años.
-¡Oh,
lo siento! ¿Estás bien? -Dijo ella azorada, ahogando un grito en la
garganta, al tiempo que se levantaba y comenzaba a recoger todos los
papeles que habían quedado esparcidos por el suelo.
-Si,
si, yo estoy bien. Vaya, perdona, te lo he tirado todo -Contestó él
agachándose a la vez para coger aquella orgía de apuntes que se
extendía bajo sus pies.
Ella
notó como sus manos se tocaban.
Él
también lo notó y se quedó inmóvil.
Ella
rompió a reír a la vez que echaba la cabeza hacia atrás en un
gesto de total felicidad.
Él
entornó los ojos, molesto por el sol que le daba de lleno en la
cara, y la miró con incredulidad mientras sonreía.
-Pensaba
que estas cosas sólo pasaban en las películas -Rió ella
irónicamente.
-¿Estas
cosas? -Inquirió él, que seguía sonriendo y ya no se miraba la
punta de los zapatos.
-Si,
ya sabes. La chica y el chico que se chocan y tiran todos los papeles
al suelo -Fue su respuesta.
-Ah,
ya veo. Y en una película, ¿Qué pasaría ahora? -Preguntó de
nuevo él, de forma socarrona.
-¿No
es obvio? -Dijo ella ingenua- Nos gustaríamos, pero tú tendrías
una novia y no podría ser. La dejarías y sería genial pero luego
pasaría algo y discutiríamos y parecería que todo ha terminado.
Entonces, en el último momento lo arreglaríamos y seríamos
felices.
Él
se rió muy fuerte.
Ella
pensó que tenía una risa preciosa.
-Parece
que sabes mucho de películas -Observó él sin dejar de reír.
-Bueno,
ya son muchos años dando teatro -Replicó ella sagaz, encantada con
la conversación.
-¿Teatro?
Pues mira, ahora mismo estaban haciendo una obra en la Casa de la
Cultura. Vengo de ensayar. Bien, técnicamente tendría que ensayar
si hoy fuera miércoles, pero no lo es, es viernes -La informó él,
trabándose con las palabras al final, nervioso por haber reconocido
en voz alta que no sabía en que día vivía.
-Pues
si, no es miércoles desde hace dos días ya -Y obvió amablemente su
tartamudeo final-. Precisamente iba para allá, que tengo ensayo en
cuanto termine. ¿Tocas la guitarra?
Él
movió la cabeza en señal de afirmación, contestando una pregunta
que sabía que no necesitaba respuesta, pues la Gibson seguía ahí,
colgada de sus hombros.
-Así
es. Tenemos un grupo montado unos amigos y yo desde hace bastante
tiempo. Belice, nos llamamos. El fin de semana que viene damos un
concierto, aunque llevo un tiempo sin practicar -y le enseñó
tímidamente una cicatriz que recorría su mano izquierda, desde el
pulgar hasta la base de la mano, en forma de media luna-. Un
accidente de tráfico -Dijo, como si necesitase darle aquella
información.
-¡Vaya!
-exclamó ella realmente sorprendida, mostrando a su vez otra
cicatriz muy similar que llevaba en la mano derecha-. Me la hice de
pequeña, no sé muy bien cómo -e ignoró lo del accidente, quizás
a propósito, quizá no.
-¡Menuda
casualidad! ¿Crees que tiene algo que ver con todo este rollo del
fin del mundo? Igual cuando llegue el día veintiuno solamente nos
salvamos los de la cicatriz...¡Los elegidos! -Bromeó él.
Ella
se rió muy fuerte.
Él
pensó que tenía una risa preciosa.
Ella
miró su reloj.
Él
entendió que iba con prisa pero deseó que no tuviera que marcharse.
-Uff,
se me ha hecho tarde -suspiró ella-. Tengo que irme ya si quiero
llegar a tiempo a teatro.
-Claro,
claro -dijo él con fingida indiferencia.
-En
fin, suerte con el concierto ¡Adiós! -Se despidió ella con pesar.
-Si,
si, lo mismo digo...Osea que, adiós a ti también -Murmuró él.
Ella
fue escaleras abajo, hacia el metro.
Él
siguió andando, mirándose la punta de los zapatos.
Ella
sonreía.
Él
también.
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