jueves, 15 de agosto de 2013

Carta en verso a todas mis catástrofes.

1-
Soy nutricionista, y cuento las calorías de cada comida;
soy cirujana, y me extirpo la angustia con cada corte;
soy política, y miento y todo el mundo cree que como;
soy ladrona, y me deslizo sigilosa hasta el baño para vomitar;
soy oculista, y trato de convencerme ante los espejos de que no es posible estar tan gorda;
soy psicóloga, y me desdoblo para darme consejos a mí misma;
soy entrenadora, y cada mañana me obligo a buscar tres motivos para no querer morir;
soy cocinera, y sé de memoria que ingredientes lleva cada plato.

Soy frío.
Soy hambre.
Soy suspiros.
Soy mentiras.
Soy un universo.
Soy una niña que se ha perdido en la playa y a la que no llaman por megafonía.


2-
Me tinté el pelo,
me corté el flequillo,
me hice un piercing
y compré ropa nueva

Todo con la esperanza
de poder arreglar un poco
el desastre de persona
en que me había convertido

Pero continúa todo igual
y el espejo sigue devolviéndome
un reflejo que odio con toda mi alma.

Tocarme es una tortura.
Verme es una tortura.
Sentirme es una tortura.


3-
Ella dijo que no era bulímica,
que era, sin embargo, bulimista,
yo la miré con ojos de fuego,
más hirientes si cabe
que aquello que yo tenía y ella adoraba.


4-
El despertar equivalía siempre a la muerte
el despertar equivalía siempre a la derrota
y mi vida entera era despertar
porque mi vida era
muerte y derrota.


5-
Significa verlo todo de color azul
es el color que siempre había relacionado con el frío
y era frío lo único que sentía en aquel entonces.

No era un frío externo
no podías calmarlo con una manta
no podías calentarlo a la danza de las llamas.

Era un frío que bailaba con mis huesos
que me hacía sentir frágil
era un frío hecho de cristales.

Aún hoy echo de menos ese frío
cuando contemplo mi totalidad frente al espejo.





6-
De vez en cuando perdía el control
aquel control
que yo me esforzaba tanto en mantener

Pero era imposible,
al final siempre flaqueaba
con mayor o menor frecuencia.

Entonces me escondía en la cocina
lloraba asco y vergüenza
y lo devoraba todo en cuestión de segundos.

Pasaba rápido, apenas sí
tenía tiempo de pensar en lo que hacía,
era mejor. Hubiera muerto ahí mismo.

Entonces me miraba
como me estoy mirando ahora
y deseaba volatilizarme, desaparecer.

Y llegaba ella reencarnada en cualquiera de sus formas:
culpabilidad, ansiedad, depresión, furia...
Nosotras también la llamábamos Ana.


7-
No son los ojos que me miran
los que me hunden hacia la finitud de mi existencia.

Son estos ojos, mis propios ojos
los que detestaban cada centímetro de mi persona.

Y ya no basta con la alta perfección,
sólo cuenta si la perfección es absoluta.


8-
Uno menos
Dos menos
Tres menos
Cincuenta y cuatro
(Sólo uno más y paro)

Uno menos
Dos menos
Tres menos
Cincuenta y uno
(Sólo uno más y paro)

Uno menos
Dos menos
Tres menos
Cuarenta y ocho
(Ya no podré parar nunca)


9-
A menudo pensaba en el suicidio;
no era un castigo,
era una redención.

La vida era todo lo que no me gustaba
y parecía no tener nada bueno que ofrecerme,
perdía la paciencia esperando ver salir el sol.





Alguien está cantando a lo lejos cumpleaños feliz.
Es todo lo que era y lo que no quiero volver a ser jamás. Pero que difícil. 

1 comentario:

  1. Dicen que todo escritor deja siempre algo de si en cualquier cosa que escriba. Realmente es indudable que nuestra esencia permanece , no te parece? Me muero por leer tu manuscrito cuando empieces a máquina! Y yo aquí estoy cuando debería estar estudiando , pero es que leerte es mil veces más interesante!

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